lunes, 25 de junio de 2012

Un Par de Años Luz

Un Par de Años Luz
Por Alfredo Martínez Hidalgo
(Cad. II A.E)




Hoy no te mentiré y desahogaré todo lo que nunca te dije. Cuando nos conocimos, yo era todavía un cabro chico, aunque tenía 19 años, me faltaba mucho para entender el mundo en que vivía. Tú, por otro lado, con tus 17 años, conocías más la vida. Muchas veces me quedé sorprendido con tu discurso de protesta y tu madures al hablar, mientras caminábamos por la Alameda. Tú, con tu pinta de colegiala, y yo con mi universitaria y alocada barba mal cuidada. Recuerdo que hablábamos siempre de un mundo mejor, de la igualdad, la libertad y la utopía. Siempre sonrío de nostalgia, al rememorar cuando me decías “mi barbón rockero”. Tal vez por eso, me dolió tanto cuando me dijiste “perdona, el amor se me acabó”. Realmente, no es fácil vivir, cuando las veinticuatro horas del día son lágrimas y lamentos, buscando explicaciones y echándome la culpa. ¿Cómo lo hacía para desaparecer tu aroma? ¿Cómo lo hacía para desaparecer el recuerdo de ese beso en la calle Baquedano? Finalmente me consolé, en que no hubo error. A ti se te pasó el amor.  A mí, nunca.

Conforme fueron pasando los años, las heridas mal cuidadas se transformaron en un gran revolver, que cada mañana producía más daño cerebral, cada vez más irreparable. Subir a las nubes y caer en libertad, para destruirme la mandíbula, era lo más cercano a lo que sentía. Al final de todos los días, ahí estaba yo, solo con mi soledad, en un rincón, leyendo libros de fábulas. Y ahí estabas tú, tan fuerte y libre, reencontrándote con tu destino. Amando a otro. Muy lejos de mí. A veces me tranquilizaba pensar, en que tú eras feliz.

Sin embargo, hoy después de un par de años luz, me citas para tomar café. Debo reconocer, que siempre fuiste buena para elegir donde tomar café y hoy no fue la excepción. Gracias por acordarte que me gusta el colombiano sin azúcar. Pero, tal vez esa es una de las pocas cosas que no han cambiando. Porque hoy no te mentiré. Yo cambie y cambie mucho. Desde un tiempo hasta esta parte, me vi en la obligación de cambiar para sobrevivir. Ya los libros de fábulas quedaron oxidados, lejanos en mi mente. Y me transformé en soldado. Cuando llegué, me miraste atónito. Ver al universitario de barba mal cuidada, ahora afeitado y vestido con uniforme gris, me imagino que te sorprendió. La primera vez que me vi en el espejo, vistiendo el uniforme del Ejército, también quedé atónito, y me puse a llorar de emoción. Me veía tan distinto, y con eso sepultaba muchas penas, que ahora son olvido. Creo que tal vez nunca dejé de amarte y de recordar tu canto de protesta, pero eso no me hace bien. Perdone que me levante y dejé este café. Sin embargo creo, que usted y yo, ya no nos conocemos.

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