martes, 26 de junio de 2012

Renascentia Lapsu Mundi


Renascentia lapsu mundi
Por Gustavo Castro T.
(Cad. II A.E)


En la montaña se ocultan aquellas cosas que el hombre quiso olvidar,
En el precipicio del mundo están las almas de aquellos que no quisieron ser
olvidados,
Y en el bosque esconde a los que perdieron el rumbo de su vida
Que caminan eternamente sin encontrar la salida de la lúgubre tumba de vida,
El mar está inquieto
Y en el yacen las esperanzas de los que algún día soñaron con la luz
Cubriendo de lágrimas el manto azul que las aguarda,
Se acerca el final y se respira el profundo frio de la muerte,
Se siente el aire, se sienten las suplicas de los que viven en la tierra
Y, como el sol, degasta la razón del hombre
Desencadenando el calcinamiento de su espíritu
Reconstruyendo el mundo
Liberándolo del caos de la Humanidad.

lunes, 25 de junio de 2012

Chryphothermis

 
Por Ángelo Magaña S.
(Cad. II A.E)


Recorro cada uno de estos pasillos vislumbrando débilmente sombras que pasan a mí alrededor, escrutando cada una de las salas sin rumbo alguno. Examinando, palpando… ¡Que difícil es hallar en la oscuridad!. Más aún cuando lo que se busca es algo de lo que ni una misma está segura de encontrar. Sin embargo, dentro de mi ser, está el afán de seguir adelante, algo así como una voz prometiéndome que si busco, encontraré.

Entre esquinas veo una posible salida a mi incertidumbre, puede ser que poco a poco me acerco un paso más a mi verdad. Mientras doy movimientos torpes, de a poco voy sintiéndome más propia de lo que estoy a punto de alcanzar.En este momento, el sitio parece irradiar otro aspecto, un aspecto mucho mas limpio y claro a lo que ya estaba acostumbrada a ver. Logro divisar polvo suspendido en el aire debido a unos halos de luz provenientes de una ventana que hace parecer al lugar oscuro y lúgubre. Sé que queda muy poco para llegar a mi destino…a mi verdad.Llegando a la ventana veo algo increíble, ¡por fin! ¡por fin he encontrado lo que tanto buscaba, la escapatoria a mi desolación!¡OH pobre de mí que siempre tuve la felicidad al alcancé de mí y nunca tuve la capacidad de verla!… Esa luz que tan bella la podía divisar tras esos centímetros de cristal, como el ángel que cae del cielo para levantarte de tu más grande caída. Y estaba allí, a muy poca distancia de la mía. Me decido a llegar hacia ella golpeando duramente el cristal con mi débil cuerpo para poder romperlo y así llegar a mi salvación, por más que intento no logro. Caigo rendida al piso y mil pensamientos se vienen a mi cabeza. Pienso: ¡Tanto esfuerzo para nada! Reúno fuerzas para dar el último intento y con toda mi adrenalina de pronto me hallo fuera de ese laberinto claustrofóbico.Con excitación me dirijo a mi propio vicio y por fin lo tengo frente a mí sin ningún obstáculo aparente.Disfruto el momento… ese placer de estar por fin con lo que tanto ansié.Todo parecía estar increíblemente bien hasta que de pronto, un tormentoso dolor apaga mi sistema nervioso y caigo atronadoramente en un sueño sin fin en el cuál por algún motivo sentí que ansiaba desesperadamente…creo que encontré mi solución...
Al otro día cerrando lo poco abierta que estaba la ventana de la casa el hombre se encuentra con un montón de restos de polillas caídas por la trampa de insectos…

Pudriéndonos

Pudriéndonos
Por Alfredo Martínez Hidalgo
(Cad. II A.E)

Creo que no es fácil darte cuenta de que estamos solos, pero siendo sincero, te darás cuenta que, si estás o no, si vuelves o no, si mueres o no, será únicamente un dato anecdótico para una sociedad tan superficial y desechable. Pero esa es la vida que nos tocó vivir  y aunque en muchos aspectos pasemos invisibles, en un mundo que se asombra con estupideces y escucha a imbéciles, que dicen ideas repetidas recibidas de algún programa de televisión, está es la vida que debemos vivir. Sé cómo te sientes en las noches, sé cómo duermes, lo que comes, tu forma de pensar y de expresarte, pero no podemos victimizarnos por estas circunstancias, que deben ser parte de las habilidades que algunos tienen y otros deseamos tener. Pero recuerda, que ante todo debes ser sincero: la soledad nos está pudriendo.

De un giro

De un giro
Por Ricardo Moena Rojas .
(Cad. II A.E.)

El sol golpeó mi rostro, lentamente abrí los ojos y unos veloces rayos de luz me cegaron.
Me causaron gran molestia y comencé a buscar protección conrtra tan desagradable sensación de aflicción y calor.
Bajo la imponente sombra de un pino, pude observar mi alrededor: un hermosa jungla  de frondosa vegetación me rodeaba, unas hermosas nubes adornaban el paisaje y uno que otro animal jugueteaba en los alrededores.
 Mi primera impresión fue de asombro, tan majestuoso era el lugar, pero en ese momento me pregunté: ¿qué hacía allí?
Durante mucho tiempo no encontré respuesta alguna.

 De pronto me comencé a sentir sueño, el cuerpo me pesaba cada vez más sólo un fuerte olor logró distraer mi atención. Solamente desapareció cuando de un solo mordisco desapareció en mi boca.
 No comprendía tal  comportamiento tan salvaje en mi, de pronto observe mi manos, estas eran mas largas y con uñas negras.

Una profunda sensación de confusión me invadió, tenia una cola muy larga, pelaje corto.
Tras pasar por un charco me pude observar, parecía un mono. De pronto los recuerdos volvieron a mí…
La noche anterior padecía en mi cama una grave enfermedad, mis hijos ya casados, y mis nietos con sus hijos, nadie se preocupaba por mí. Pasé mis últimas horas en una profunda soledad que me quebró el alma. En ese momento de agonía comencé a reflexionar, ¿Fui muy duro con mis hijos?  ¿Por qué tanto desprecio por un anciano?
Sin duda la vida me dio a tomar mi último trago amargo, una vida entera en soledad
Me había convertido en un “mico de noche”.

Dios Helio

Dios Helio
Por Alfredo Martínez Hidalgo
(Cad. II A. E) 

Era un cielo rojo, en las tierras de Marte, dominado por la sangre vertida en las tierras desérticas. Ya no había agua. Ya no había esperanza.  Solo quedaban vestigios de guerras pasadas y mucho acero oxidado. Recuerdo que el sol me quemaba y ella invocaba a dios Helio, para que terminara con este purgatorio infernal. Nuestros padres habían muerto en la última guerra, y solo quedábamos los dos.  Ella rezaba con fuerza, mientras yo la acompañaba. Estábamos en el templo de Helio. En tanto, sentíamos la muerte:

-          Pero es que el sol me quema y ya no queda tiempo para escapar!- yo le decía.
-           Sálvate! Sálvate y sálvame! - gritaba ella.

Ya estábamos perdidos. Volvimos a ser tierra de Marte.

El Loco

El Loco
Por Alfredo Martínez Hidalgo
(Cad. II A.E)  


Todos decían que estaba loco. Más que loco, yo siempre pensé que normal, no era. Él era hijo de un carpintero del pueblo y desde temprana edad, se mostró algo misterioso. Realmente nadie sabía cómo se llamaba, pero todos los conocíamos porque eternamente estaba deambulando por las callecitas del pueblo, hablando a los vagabundos y dando consuelo a las prostitutas. Mi madre constantemente me decía, que ella pensaba que  este joven era narcotraficante, porque no se le conocía trabajo, pero a toda hora tenía un pan para cualquiera que viera en la calle. Sin embargo, él siempre estaba con la misma ropa y un mal afeitado, esto  hacia que sintiéramos rechazo por él. Era tan poco urbano.  Todo el tiempo con la ropa sucia.  Pero había algo en él, que yo envidiaba: se paraba pachorriento en la plaza o afuera de la iglesia y hablaba contra la desigualdad. Nos decía que la riqueza era absurda, y que la única guerra que debíamos pelear era contra la pobreza, el hambre y la injusticia.
 Un día, una señora, que salía de la misa, lo increpó en una de sus charlas públicas en la plaza.
-          ¡Jovencito! En vez de estar perdiendo el tiempo, mejor ponte a trabajar. Ya nos tienes cansado con tus sermones baratos, acerca de lo que tenemos o no que hacer. ¿acaso quien eres?
-          Señora… Yo soy la Luz del Mundo.- respondió este, con mucha humildad y ternura.

-          ¡estás diciendo! ¡que te has creído, blasfemo de porquería! ¡debería agarrarte del brazo y llevarte donde el curita para que te apaleé y te enseñé que con esas cosas no se juega! ¡en vez de estar perdiendo tu juventud, produce como lo hacemos el resto de los mortales!
-          Veo que no has aprendido nada. Padre, perdónalos – dijo el joven, mirando al cielo-. No saben lo que hacen- y desapareció de la plaza, sin dejar rastro.

Un Par de Años Luz

Un Par de Años Luz
Por Alfredo Martínez Hidalgo
(Cad. II A.E)




Hoy no te mentiré y desahogaré todo lo que nunca te dije. Cuando nos conocimos, yo era todavía un cabro chico, aunque tenía 19 años, me faltaba mucho para entender el mundo en que vivía. Tú, por otro lado, con tus 17 años, conocías más la vida. Muchas veces me quedé sorprendido con tu discurso de protesta y tu madures al hablar, mientras caminábamos por la Alameda. Tú, con tu pinta de colegiala, y yo con mi universitaria y alocada barba mal cuidada. Recuerdo que hablábamos siempre de un mundo mejor, de la igualdad, la libertad y la utopía. Siempre sonrío de nostalgia, al rememorar cuando me decías “mi barbón rockero”. Tal vez por eso, me dolió tanto cuando me dijiste “perdona, el amor se me acabó”. Realmente, no es fácil vivir, cuando las veinticuatro horas del día son lágrimas y lamentos, buscando explicaciones y echándome la culpa. ¿Cómo lo hacía para desaparecer tu aroma? ¿Cómo lo hacía para desaparecer el recuerdo de ese beso en la calle Baquedano? Finalmente me consolé, en que no hubo error. A ti se te pasó el amor.  A mí, nunca.

Conforme fueron pasando los años, las heridas mal cuidadas se transformaron en un gran revolver, que cada mañana producía más daño cerebral, cada vez más irreparable. Subir a las nubes y caer en libertad, para destruirme la mandíbula, era lo más cercano a lo que sentía. Al final de todos los días, ahí estaba yo, solo con mi soledad, en un rincón, leyendo libros de fábulas. Y ahí estabas tú, tan fuerte y libre, reencontrándote con tu destino. Amando a otro. Muy lejos de mí. A veces me tranquilizaba pensar, en que tú eras feliz.

Sin embargo, hoy después de un par de años luz, me citas para tomar café. Debo reconocer, que siempre fuiste buena para elegir donde tomar café y hoy no fue la excepción. Gracias por acordarte que me gusta el colombiano sin azúcar. Pero, tal vez esa es una de las pocas cosas que no han cambiando. Porque hoy no te mentiré. Yo cambie y cambie mucho. Desde un tiempo hasta esta parte, me vi en la obligación de cambiar para sobrevivir. Ya los libros de fábulas quedaron oxidados, lejanos en mi mente. Y me transformé en soldado. Cuando llegué, me miraste atónito. Ver al universitario de barba mal cuidada, ahora afeitado y vestido con uniforme gris, me imagino que te sorprendió. La primera vez que me vi en el espejo, vistiendo el uniforme del Ejército, también quedé atónito, y me puse a llorar de emoción. Me veía tan distinto, y con eso sepultaba muchas penas, que ahora son olvido. Creo que tal vez nunca dejé de amarte y de recordar tu canto de protesta, pero eso no me hace bien. Perdone que me levante y dejé este café. Sin embargo creo, que usted y yo, ya no nos conocemos.