lunes, 25 de junio de 2012

El Loco

El Loco
Por Alfredo Martínez Hidalgo
(Cad. II A.E)  


Todos decían que estaba loco. Más que loco, yo siempre pensé que normal, no era. Él era hijo de un carpintero del pueblo y desde temprana edad, se mostró algo misterioso. Realmente nadie sabía cómo se llamaba, pero todos los conocíamos porque eternamente estaba deambulando por las callecitas del pueblo, hablando a los vagabundos y dando consuelo a las prostitutas. Mi madre constantemente me decía, que ella pensaba que  este joven era narcotraficante, porque no se le conocía trabajo, pero a toda hora tenía un pan para cualquiera que viera en la calle. Sin embargo, él siempre estaba con la misma ropa y un mal afeitado, esto  hacia que sintiéramos rechazo por él. Era tan poco urbano.  Todo el tiempo con la ropa sucia.  Pero había algo en él, que yo envidiaba: se paraba pachorriento en la plaza o afuera de la iglesia y hablaba contra la desigualdad. Nos decía que la riqueza era absurda, y que la única guerra que debíamos pelear era contra la pobreza, el hambre y la injusticia.
 Un día, una señora, que salía de la misa, lo increpó en una de sus charlas públicas en la plaza.
-          ¡Jovencito! En vez de estar perdiendo el tiempo, mejor ponte a trabajar. Ya nos tienes cansado con tus sermones baratos, acerca de lo que tenemos o no que hacer. ¿acaso quien eres?
-          Señora… Yo soy la Luz del Mundo.- respondió este, con mucha humildad y ternura.

-          ¡estás diciendo! ¡que te has creído, blasfemo de porquería! ¡debería agarrarte del brazo y llevarte donde el curita para que te apaleé y te enseñé que con esas cosas no se juega! ¡en vez de estar perdiendo tu juventud, produce como lo hacemos el resto de los mortales!
-          Veo que no has aprendido nada. Padre, perdónalos – dijo el joven, mirando al cielo-. No saben lo que hacen- y desapareció de la plaza, sin dejar rastro.

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