sábado, 13 de octubre de 2012

Una Noche


Una Noche
Por Ricardo Moena Rojas 
(Cad. II A.E)


 Caminaba observando   las estrellas. Me detuve y miré mi reloj: faltaban 2 horas para mi relevo. De pronto,  se escucharon sonidos extraños por una esquina. Rápidamente con mi compañero corrimos al lugar pero no encontramos nada, tal vez había sido uno de esos conejos que son muy comunes en este lugar. Continuamos nuestro recorrido, la noche era cálida, lo que nos permitía tener mayor movilidad pues estábamos  menos abrigados. Caminamos 20 minutos hasta que nos detuvimos en el cerro de la gloria.   Es un hermoso lugar que tiene una cancha de entrenamiento muy sofisticada. Me quedé observando la instalación. Me impresionaban  las imponentes  torres de salto. Me imaginaba el coraje que tenían que  tener los soldados  para saltar  pues  si lo hacían mal,  la caída podía ser mortal. Mientras  que terminaba de contemplar el paisaje, sentí una extraña sensación: algo sucedía a mí alrededor, algo no estaba bien  y no sabía cómo explicarlo. Inmediatamente corrí al patio central, “El Alpatacal “.  Es de costumbre reunirse ahí cuando ocurren desastres. Cuando llegué percibí  una sombra negra, era  un hombre robusto  con  un capote y   un casco prusiano.
Le grite: ¡Alto! , ¿Quién vive?
No me respondió.
 Levante mi voz por segunda vez; la sombra  golpeó su sable de cabeza de león contra el suelo. Esto me espantó y comencé a correr otra vez pero en dirección al pasillo del batallón. Al abrir  la puerta me encontré con un cadete en pijama. Este me dijo: ¿de quién  huyes?
 Le respondí: del alférez de servicio, creo que me está siguiendo. El cadete en pijama me dijo: sígueme yo te sacaré de esta.
Lo seguí. El cadete  subió las escaleras de la 1° compañía,  abrió una puerta, desde el umbral de la puerta  se podía ver  las escaleras sumergiéndose  en la oscuridad. El cadete comenzó a bajar, yo lo acompañé. De pronto todo era oscuro. Mientras bajábamos le pregunte su nombre, este me respondió: soy el Cadete Perry.
Llegamos a las bases de la escuela, había paredes con inscripciones y signos, el ambiente era muy húmedo, me encontraba con charcos cada 3 pasos y el techo del subterráneo estaba con cubierto por enredaderas. Le pregunté al cadete:
¿A dónde vamos? 
Él me respondió: A protegernos de los bombardeos.
En ese momento deje de caminar, fue  demasiado rara su respuesta  ¿Quién era realmente ese cadete, que nunca había visto antes?
Le dije: ¡Alto! Y le apunté con el fusil.
El cadete  siguió caminando  y al llegar a una muralla  desapareció.
Quede inmóvil, no me explicaba quien podía ser. Corrí devuelta por el camino  y después por las  escaleras, hasta llegar a la salida que daba en el patio principal. Al llegar, lo primero que vi fue una placa, la placa del Alpatacal que tenía muchos nombres inscritos, ahí en el segundo decía:
Cadete Perry,  muerto en 1929 en una tragedia ferroviaria.
 Después de eso, una luz comenzó atravesar la gigantesca placa y comencé a ver un faro muy grande.
"Cadete,  Cadete, Cadete"  me decían mientras trataba de mirar bien el faro, de pronto giro mi cabeza hacia la derecha y estaba el oficial de guardia.
 Me grita: Como se queda dormido de guardia cadete. ¿Cómo es posible?
¡Esta de servicio!
Con mi cabeza aún dando vueltas, le respondí: ¡El Cadete Perry, mi teniente!



2 comentarios:

  1. Me traslado bastante el relato, sin embargo aun se puede pulir y dinamizar un poco más. Felicitaciones

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  2. Estaba bastante bien relatado hasta ls última línea, en que no se entiende por qué da esa respuesta. Interesante el relato, claro que se puede pulir, pero principalmente se debe dar un final claro.

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