Una
Noche
Por Ricardo Moena Rojas
(Cad. II A.E)
Caminaba observando las estrellas. Me detuve y miré mi reloj:
faltaban 2 horas para mi relevo. De pronto, se escucharon sonidos extraños por una
esquina. Rápidamente con mi compañero corrimos al lugar pero no encontramos nada,
tal vez había sido uno de esos conejos que son muy comunes en este lugar.
Continuamos nuestro recorrido, la noche era cálida, lo que nos permitía tener
mayor movilidad pues estábamos menos abrigados.
Caminamos 20 minutos hasta que nos detuvimos en el cerro de la gloria. Es un hermoso lugar que tiene una cancha de
entrenamiento muy sofisticada. Me quedé observando la instalación. Me
impresionaban las imponentes torres de salto. Me imaginaba el coraje que
tenían que tener los soldados para saltar
pues si lo hacían mal, la caída podía ser mortal. Mientras que terminaba de contemplar el paisaje, sentí
una extraña sensación: algo sucedía a mí alrededor, algo no estaba bien y no sabía cómo explicarlo. Inmediatamente
corrí al patio central, “El Alpatacal “. Es de costumbre reunirse ahí cuando ocurren
desastres. Cuando llegué percibí una
sombra negra, era un hombre robusto con un
capote y un casco prusiano.
Le grite: ¡Alto!
, ¿Quién vive?
No me
respondió.
Levante mi voz por segunda vez; la sombra golpeó su sable de cabeza de león contra el suelo.
Esto me espantó y comencé a correr otra vez pero en dirección al pasillo del batallón.
Al abrir la puerta me encontré con un
cadete en pijama. Este me dijo: ¿de quién huyes?
Le respondí: del alférez de servicio, creo que
me está siguiendo. El cadete en pijama me dijo: sígueme yo te sacaré de esta.
Lo seguí. El
cadete subió las escaleras de la 1° compañía, abrió una puerta, desde el umbral de
la puerta se podía ver las escaleras sumergiéndose en la oscuridad. El cadete comenzó a bajar, yo
lo acompañé. De pronto todo era oscuro. Mientras bajábamos le pregunte su nombre,
este me respondió: soy el Cadete Perry.
Llegamos a
las bases de la escuela, había paredes con inscripciones y signos, el ambiente
era muy húmedo, me encontraba con charcos cada 3 pasos y el techo del
subterráneo estaba con cubierto por enredaderas. Le pregunté al cadete:
¿A dónde vamos?
Él me respondió:
A protegernos de los bombardeos.
En ese
momento deje de caminar, fue demasiado
rara su respuesta ¿Quién era realmente
ese cadete, que nunca había visto antes?
Le dije: ¡Alto!
Y le apunté con el fusil.
El cadete siguió caminando y al llegar a una muralla desapareció.
Quede inmóvil,
no me explicaba quien podía ser. Corrí devuelta por el camino y después por las escaleras, hasta llegar a la salida que daba
en el patio principal. Al llegar, lo primero que vi fue una placa, la placa del
Alpatacal que tenía muchos nombres inscritos, ahí en el segundo decía:
Cadete
Perry, muerto en 1929 en una tragedia ferroviaria.
Después de eso, una luz comenzó atravesar la
gigantesca placa y comencé a ver un faro muy grande.
"Cadete, Cadete, Cadete" me decían mientras trataba de mirar bien el faro, de pronto giro mi
cabeza hacia la derecha y estaba el oficial de guardia.
Me grita: Como se queda dormido de guardia cadete.
¿Cómo es posible?
¡Esta de
servicio!
Con mi
cabeza aún dando vueltas, le respondí: ¡El Cadete Perry, mi teniente!
Me traslado bastante el relato, sin embargo aun se puede pulir y dinamizar un poco más. Felicitaciones
ResponderEliminarEstaba bastante bien relatado hasta ls última línea, en que no se entiende por qué da esa respuesta. Interesante el relato, claro que se puede pulir, pero principalmente se debe dar un final claro.
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