El Navegante.
Por Alfredo Martínez Hidalgo
(Cad. III A.E)
Era un navegante de aspecto gitano. Nómade de espíritu
rebelde que se empecinaba en navegar por los mares del sol. Arriba de su barco
con forma de caballo zarpó un lunes de un puerto de los mares australes.
Durante semanas, la tormenta lo azotó. Falsas sirenas aladas obstruyeron y retrasaron
su paso. La tempestad hizo tambalear su curso y humedecía el camino espacial. Era
increíble cómo te miraban los otros navegantes. ¡Qué raro era ver al joven marinero
pelear y atravesar las estrellas para tocar el sol! El arcoíris que se formaba
entre las lunas de Marte, era testigo de que el sueño era real, que lo
imposible es factible, que las lágrimas aparejadas con sudor, daban frutos y
vencían los huracanes, vendavales y marejadas. Todo el mundo te decía que estabas loco,
mas todos se olvidaban que había llegado el día, en que finalmente pudiste
navegar, con tu flauta dulce, por los mares del sol.